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El vino en la Málaga del siglo XX 
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Interior de la Bodega Jiménez Lamothe

La historia vinícola malagueña del siglo XX arranca algunas décadas antes de que finalizase la centuria pasada. Había sido en torno a los años sesenta cuando se quebró definitivamente el marco productivo que había funcionado -con resultados irregulares, pero en cualquier caso destacables- desde finales del siglo XVIII. 

En ese período, la burguesía vinatera malagueña, conformada fundamentalmente por extranjeros y también por miembros de la oligarquía local como los Heredia, sancionó su dominio sobre el medio agrario, estrechando los lazos que unían viticultura y vinicultura. Especializada la Axarquía en la elaboración pasera, fue en los Montes donde se concentraron las cepas de Pero Ximen y, con ellas, la primera actividad transformadora de uva en mosto antes de trasladar el caldo fermentado a Málaga. Fue una fase de la producción que siguió realizándose "in situ" durante buena parte del siglo XIX, y de la que todavía se conservan algunos de los lagares donde era pisada la uva. 

Sin embargo, la vinculación comenzó a romperse cuando a mediados del siglo XIX llegaron los primeros problemas. La plaga de oidio, los cambios en los gustos de los consumidores -que afectaron especialmente a los vinos dulces de sobremesa-, las adulteraciones en origen y en destino -entre estas últimas, sobre todo, las imitaciones realizadas por franceses e ingleses- y el incremento de las tarifas arancelarias en los paises importadores, contribuyeron a que el negocio vinícola, que hasta entonces se había beneficiado de precios en alza, comenzase a tambalearse.

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Fachada de la Casa Brevan

Ruptura con la viticultura 

En esas circunstancias, la aparición de la filoxera (en 1878) dio el golpe definitivo a una actividad que, en los términos organizativos en los que estaba planteada, era a esas alturas poco menos que ruinosa. 

Las grandes empresas vinateras de la ciudad encontraron pronto, sin embargo, la alternativa. Desde mediados de los años sesenta contaban con el ferrocarril, que podía proporcionarles la uva adecuada al vino que pensaban elaborar. Fue el arranque del divorcio viticultura/vinicultura: tras la filoxera, apenas se interesaron por reconstruir los viñedos; al contrario, invirtieron en la compra de viñedos en La Mancha y la campiña de Córdoba. Se interesaron entonces por devolver el prestigio a los vinos malagueños, que ya comenzaban a elaborar con las nuevas técnicas de vinificación. Las principales bodegas, donde se llevaba a cabo todo el proceso productivo, se levantaron entonces: López Hermanos, Jiménez Lamothe, Pedro Morales, Luis Rein, Scholtz, Bevan y un largo etcétera. Fue también en aquella coyuntura cuando estas empresas iniciaron la elaboración de brandies y anisados.

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Interior de la Bodega Scholtz

Nuevos mercados y control de la calidad 

En 1900, precisamente en el cruce de los dos siglos, esta nueva burguesía vinatera, que ya comenzaba a recuperar los mercado exteriores para el vino de Málaga, concretó el primer proyecto común destinado a garantizar en origen la calidad y homogeneidad de sus caldos con la publicación del Reglamento de la Asociación Gremial de Criadores y Exportadores de Vino de Málaga. De alguna manera se trató del antecedente de la creación, en 1933, del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Málaga, cuyo reglamento, aprobado algunos años más tarde, estaría vigente hasta la elaboración de uno nuevo a finales de 1976. 

A pesar de la modernización productiva, la trayectoria de la producción vinícola a lo largo del siglo XX ha sufrido muchos altibajos, debido a la dependencia de los mercados exteriores: así, la recuperación inicial se quebró con la Primera Guerra Mundial, e igualmente ocurrió con el "boom" exportador de los años veinte, anulado tras la crisis de 1929 y prolongado a causa de la Guerra Civil y de la política de aislamiento del primer franquismo. Fue en los años cincuenta, con las primeras medidas de liberalización, cuando las grandes empresas vinícolas comenzaron a recuperar los mercados exteriores, fundamentalmente el suizo y el alemán, y cuando también, recuperadas las cifras de producción anteriores a la Guerra, el mercado interior comenzó a consumir un porcentaje cada vez más importantes de vinos, licores y brandies elaborados en Málaga.

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El vino de la tierra estaba presente en la mayoría de actos y celebraciones (Plaza de Toros, años 20)

Recuperación de viñedos 

Asimismo se consiguió a partir de entonces, al menos parcialmente, retomar la antigua relación con los viñedos de la propia provincia. Aunque La Mancha y, en menor medida, Córdoba y Jerez seguían proporcionando uva, el cultivo de la vid para vinificación -de nuevo la variedad Pero Ximen- volvió a extenderse por la Axarquía (desde Cómpeta en el este hasta Colmenar en el norte), pero también en las tierras llanas del norte (Mollina y Alameda) e incluso en la costa occidental (Manilva) de la provincia, hasta alcanzar alrededor de las 15.000 hectáreas. Por su parte, las bodegas de la capital seguían transformando el mosto en vino y criando y envejeciendo éste para conseguir los distintos tipo de caldos que en la segunda mitad del siglo XX marcarían las distintas especializaciones de la denominación de origen "Málaga"; entre otros, el "Blanco Dulce" -el producto central de todos los vinos de Málaga-, el "Pedro Ximen", el "Málaga Dulce Color", el "Málaga Moscatel", el "Málaga Lágrima", el "Málaga Pajarete" o el "Málaga Seco".

 
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