Conflictividad
laboral, estudiantil y eclesial, crisis
económica y crisis interna del
franquismo, son las coordenadas
españolas y malagueñas de los años
70-75
Manuel
Ruiz Benítez se dirige a los
militantes comunistas tras la
legalización del PCE |
El
fin del franquismo
Las enfermedades de Franco evidenciaban
la cercanía de la sucesión y
aumentaban la incógnita sobre los
príncipes Juan Carlos y Sofía que, sin
embargo, cosecharon en 1972 una cálida
acogida durante su primera visita
oficial a Málaga. Desde dentro del
régimen, algunos jóvenes políticos se
apuntaban a la evolución pacífica, con
el rechazo de los más intransigentes.
El caso de Francisco de la Torre Prados
es paradigmático: presidente de la
Diputación en 1971 con sólo 28 años,
fue desbancado en 1976 con el argumento
de la edad tras empatar en votos, por
Francisco Cabezas. Los affaires de la
construcción en Málaga y la Costa
(Playamar, Condotte, Sofico, etc.)
descubrían la corrupción interna, y el
recurso y anulación por la Audiencia de
Granada de las Elecciones Municipales de
1970 mostraban la descomposición
política.
La creación de la Universidad en 1972
multiplicó los focos de oposición
democrática. Los partidos clandestinos
se extendieron entre los jóvenes de
clase media y los PNN, disfrutando de un
espacio de libertad que no impedía las
detenciones y encarcelamientos por la
Brigada Político Social. Fueron tiempos
difíciles para las autoridades
académicas, atrapadas entre el fuego
del régimen y la defensa de la
autonomía de la institución.
En efecto, el clima de tolerancia era
sólo aparente, porque la vigilancia
policial -como demuestra el estudio de
Barranquero sobre Intelhorce (1998)- era
muy estrecha, y las detenciones
contínuas. El primero de mayo de 1970,
se saldó con 100 interrogados y 80
detenidos por la policía (Ruiz Muñoz,
1987). La Iglesia, que en 1936 declaró
Cruzada la lucha contra los
"rojos", había pasado a ser
el refugio de los mismos: los obreros de
Intelhorce o los estudiantes
universitarios buscaron el amparo de la
Catedral para sus reivindicaciones
sociales y políticas. José María
González Ruiz fue multado con 100.000
pesetas en 1975 por una homilía
crítica.
José
María Aznar y dirigentes del PP
en un mitin en la plaza de toros
(1966) |
Transición
y democracia
La transición democrática devolvió la
política a un primer plano de la vida
malagueña. Un clima de gran
efervescencia dominó entonces a la
provincia, con los sectores dialogantes
del franquismo preparándose para el
cambio político, la oposición
democrática constituyendo organismos
unitarios dominados sin embargo por el
PSOE y PCE, y la extrema derecha
resistiéndose, a veces violentamente, a
perder su parcela de poder.
Fue una etapa de incertidumbre, jalonada
de amenazas y dificultades para el
proceso de instauración de la
democracia, que sin embargo culminaría
con éxito.
Los partidos políticos
La democracia devolvió el protagonismo
a los partidos, prohibidos desde 1937, y
a las consultas electorales, manipuladas
durante la época de Franco. La
transición trajo consigo una
reordenación del abigarrado mapa
partidista inicial, con una sensible
disminución de siglas -sobre todo en la
extrema izquierda- el agrupamiento en
torno a las grandes opciones nacionales
de centro, derecha e izquierda
socialista y comunista, y la presencia
nueva del regionalismo andaluz. Como se
ha dicho, el comportamiento político de
Málaga desde 1977 confirmó la
tendencia hacia la izquierda apreciada
en las anteriores etapas de libertad
política, con el predominio del PSOE,
que necesitó inicialmente el apoyo del
PCA y el PSA para gobernar -con el
médico Pedro Aparicio como alcalde- el
Ayuntamiento de la capital hasta que en
1983 logró una mayoría absoluta que
mantendría hasta 1995.
Todos los partidos sin excepción han
experimentado frecuentes crisis internas
y una evolución en sus planteamientos
ideológicos. La creación de la
autonomía andaluza propició la
formación de partidos regionales, hecho
inédito en la historia de Andalucía,
impulsado inicialmente por el PSA y
asumido por los grandes partidos
estatales. Las indecisiones de la UCD en
el proceso autonómico provocaron su
crisis y abrieron el camino a la
mayoría absoluta del PSOE. Pese a la
crisis de 1985, el PSOE ha tenido en la
cohesión interna una pieza clave de la
política de moderación que le ha
asegurado las mayores cotas de poder y
estabilidad alcanzadas por un partido
democrático en la provincia de Málaga
durante el siglo XX. El resto de las
formaciones políticas se han visto
condicionadas por esta circunstancia. El
PSA se inclinó hacia el nacionalismo y
el centro político tras el fracaso
electoral del 77, alcanzando su cénit
en 1979, cuando obtuvo varias alcaldías
y un diputado nacional, Miguel Angel
Arredonda. Su intento de reconducir el
proceso autonómico andaluz tras el 28
de Febrero de 1980 con la UCD le llevó
a una fuerte derrota en 1982.
Tras poner en marcha la Convocatoria por
Andalucía para atraer a los movimientos
sociales progresistas, y protagonizar la
oposición a la entrada en la OTAN, el
PCA escogió la estrategia de las
coaliciones (Izquierda Unida, IU-Los
Verdes), que le han permitido afrontar
los efectos de la crisis del comunismo y
aprovechar el espacio abierto con la
moderación del PSOE y la crisis de
éste con los casos de corrupción a
principios de los 90.
Tras la crisis de la UCD, Alianza
Popular comenzó un largo proceso de
crisis internas, cambios de
denominación y de liderazgos regionales
y provinciales. A principios de los 90
los populares culminaron un cambio
generacional y político que sustituyó
a los dirigentes de la época de Fraga y
atrajo hacia sí, como indica
Encarnación Lemus, el apoyo de las
clases medias urbanas y de sectores
juveniles, con lo que parece haberse
resuelto el problema histórico de la
formación de un partido democrático de
la derecha en Málaga.
Dada la posición hegemónica del PSOE
en Málaga, la crisis abierta con el
enfrentamiento entre renovadores y
guerristas trajo como consecuencia un
debilitamiento que, unido a las
corrupción y a la crisis económica,
permitieron el avance electoral y
político del PP e IU. Esto se apreció
por primera vez en las elecciones
europeas y autonómicas de 1994 y, sobre
todo, en las elecciones municipales de
1995, en las que el PSOE pasó a ser
tercera fuerza política. Sin embargo,
en las elecciones generales y
autonómicas de 1996, los socialistas
siguieron siendo la primera fuerza
electoral provincial, y el voto de
izquierda se mantuvo como constante
histórica de la provincia. El
enfrentamiento político entre PSOE e
IU, agudizado tras las autonómicas de
1994 con la presión conjunta del PP e
IU sobre el gobierno de Manuel Chaves,
impidió en 1995 una colaboración
semejante a la de 1979 en el
Ayuntamiento de la capital. La
aparición en 1993 de Nueva Izquierda
introdujo un nuevo factor en el panorama
político malagueño.
Si en la década de los 80, los
socialistas disfrutaron de mayorías
absolutas para gobernar las
instituciones, después de 1995 la vida
política malagueña dio paso a la
coexistencia de administraciones de
distinto signo que, sin embargo,
comparten en la mayoría de los casos la
financiación de los grandes proyectos
de la ciudad y la provincia.
Como ya se ha visto, las elecciones
municipales de 1999 trajeron la primera
mayoría absoluta de un partido de
derechas en la ciudad de Málaga gracias
a la gran popularidad de Celia
Villalobos Talero, debilitaron al GIL en
la costa y propiciaron también la
primera experiencia de "frente
democrático" (PP, PSOE, IU, PA)
para impedir su gobierno en Estepona y
Ronda. En la izquierda, reflejaron la
caída del voto a Izquierda Unida y la
recuperación del PSOE, y la vuelta a la
colaboración política entre ambos -y
el PA- para el gobierno de las
instituciones locales.
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