El juego
político en la provincia siguió girando, sin
embargo, en torno a los dos partidos del turno,
liberal y conservador, una vez que, en 1906,
desapareció el antequerano Romero Robledo, jefe
de una facción conservadora en la
provincia
Primera
piedra del Paseo Marítimo en 1928 |
Monárquicos y
antimonárquicos
La
novedad del siglo fue una progresiva
modernización de la vida política gracias al
crecimiento del Partido Socialista, de las
organizaciones sindicales anarquista y
socialista y, sobre todo, a la creciente fuerza
política del republicanismo desde la formación
en 1903 de la Unión Republicana y la creación
del diario "El Popular". El ámbito
urbano sería el marco de esa modernización y
su protagonista la alianza electoral de la
Conjunción Republicano-socialista encabezada en
Málaga por los republicanos Pedro Armasa
Ochandorena y Pedro Gómez Chaix así como el
socialista Rafael Salinas, que en 1903 señalaba
en su folleto "Obligado por la
burguesía" las pautas que el PSOE iba a
seguir en esta etapa caracterizada por el
reformismo evolucionista y la utilización de la
vía política. Gracias a la Conjunción,
Málaga tuvo ayuntamientos
republicano-socialistas que impulsaron una serie
de reformas -escuelas, supresión de los
consumos, casas baratas, etc.- y que disfrutaron
de una cierta benevolencia por parte del Partido
Liberal que se había acercado a las tesis
anticlericales a raíz de las campañas contra
Maura. La denominada entonces "República
municipal malagueña" (1909-1915) fue todo
lo que dieron de sí las posibilidades
aperturistas del sistema de la Restauración. En
1914, el recurso a las presiones caciquiles
terminó con los sucesos de Benagalbón, y desde
1915 comenzó el reflujo de las izquierdas en la
capital. Por otra parte, el experimento se
redujo a la capital: en la provincia nunca se
doblegó la presencia de los dos partidos del
turno. Casi coincidiendo con la disminución de
la conflictividad obrera, en 1920, los
republicanos abandonaban la lucha electoral como
denuncia de la inmovilidad del sistema pero, al
mismo tiempo, como consecuencia de su propia
debilidad. Un año después "El
Popular" desaparecía de la escena
periodística malagueña
Crisis del
reinado
La crisis
política también alcanzó a los partidos
monárquicos tras la retirada de Maura y los
magnicidios de Canalejas y Dato. La
fragmentación en múltiples tendencias,
evidenciada desde 1913, dificultaba la
formación de mayorías estables. En Málaga
este fenómeno se apreciaba en la división
entre los seguidores de Bergamín y de los
Larios dentro del Partido Conservador, o entre
los partidarios del albista Armiñán y el
romanonista Eduardo Ortega y Gasset. Aunque el
sistema se mantuviese gracias a la
desmovilización del electorado y al fuerte
enraizamiento de los lazos creados por el
caciquismo, especialmente en el ámbito rural,
lo cierto es que llegó a la década de los
años veinte sin haber sido capaz de abrirse a
la participación de la "España
vital" y a la "nueva política"
que Ortega había vislumbrado en España. El
problema de Marruecos puso en evidencia estas
debilidades del sistema con el desastre de
Annual en 1921, un problema que se vivía de
manera muy cercana en Málaga, cuyo puerto era
una y otra vez escenario del triste espectáculo
de la salida de tropas y la repatriación de los
heridos que la caridad y el espíritu benefactor
de la burguesía y la iglesia trataban de
paliar.
La Dictadura
La solución
buscada a la quiebra social y política de la
monarquía fue la peor de las posibles: el golpe
militar de Primo de Rivera. Con ello se cerraba
cualquier posibilidad de que el sistema
evolucionase en un sentido democrático. Málaga
reaccionó con la misma expectación y pasividad
que el resto del país ante los acontecimientos,
lo que demuestra la desmovilización en que
había desembocado la izquierda republicana y
obrera y la "aquiescencia"
generalizada de la población ante el nuevo
régimen (Fusi, Palafox, 1998). Desde luego, el
primer periódico de Málaga, "La Unión
Mercantil", manifestó su satisfacción con
el golpe.
El general
Primo de Rivera contó a su favor con la
coyuntura favorable de los años 20, que fue una
época de crecimiento económico, y durante la
cual se puso fin a la sangría de la guerra de
Marruecos. La Dictadura se presentó como un
régimen saneador de los defectos de la
política de partidos, y a tal fin puso en
marcha en los primeros años la práctica de las
denuncias anónimas contra los casos de
caciquismo, la tutela militar de la
administración municipal mediante la figura de
los "delegados gubernativos", la
suspensión de las instituciones locales
sustituidas por otras a cargo de "hombres
nuevos", y la creación de nuevos
instrumentos políticos como el somatén y la
Unión Patriótica.
La alcaldía de
Málaga recayó en el conocido médico José
Gálvez Ginachero, en quien "La Unión
Mercantil" veía un "malagueño
entusiasta", respetado y "ajeno a todo
partido político". En los primeros meses
se produjo una auténtica furia revisora del
período anterior: la oficina de reclamaciones
abierta el 2 de Noviembre de 1923 recibió el
primer día 250 escritos y 45 reclamaciones
orales. En Coín, Antequera y Vélez hubo
detenciones y encarcelamientos por
irregularidades habidas en el período anterior.
La búsqueda de
apoyos civiles al régimen se plasmó el 11 de
Julio de 1924 en la creación de la Unión
Patriótica malagueña, presidida por J.
Rodríguez Muñoz, con quien también figuraban
Gálvez Ginachero, Félix Sáenz Calvo, el Conde
del Guadalhorce, Peralta y Crooke, entre otros.
Pocos meses antes( 20 de Enero), el somatén
celebraba su primera revista en la Plaza de
Toros ante el Gobernador civil y el Conde de
Guadalhorce, que era su presidente. Sin embargo,
tanto en este aspecto, como en el de la
institucionalización del régimen mediante el
Estatuto municipal o la Asamblea Consultiva, la
Dictadura cosecharía un completo fracaso. Desde
luego, el jefe de la U.P. en Málaga carecía de
relevancia política alguna, a diferencia del
caso de Gálvez Ginachero, muy conocido aunque
no precisamente por su carrera política.
Tampoco ofrece la más mínima fiabilidad el
resultado del plebiscito organizado en 1926 en
apoyo de la Asamblea Consultiva, que dió un
resultado en Málaga de 172.757 votos favorables
al Dictador.
Frente a estos
fracasos, la Dictadura gozó de reconocimiento
en la realización de algunos proyectos
relevantes. La redacción en 1924 del Plan de
Grandes Reformas para Málaga -de los Ingenieros
Rafael Benjumea, Leopoldo Werner y Manuel
Giménez Lombardo-, la construcción de la
Ciudad Jardín (1926, primera casa), la entrega
a la ciudad del Castillo de Gibralfaro(1925), el
inicio de las obras del Paseo Marítimo (1928),
el impulso a la construcción de carreteras, de
las telecomunicaciones, de la repoblación
forestal y del turismo, fueron algunas de las
iniciativas que se beneficiaron de un clima de
bonanza económica.
Óleo
alegórico de la República,
propiedad del Ayuntamiento de
Málaga |
Hacia la
República
A fines de la
década, sin embargo, reaparecen las fuerzas que
la Dictadura había querido desterrar del país.
En 1926 se reorganizaba el republicanismo en
torno a la Alianza Republicana. Los políticos
monárquicos recurrieron al pronunciamiento en
1927, en el que participaron activamente los
malagueños Estrada y Armiñán. Otro
monárquico influyente en Málaga, Bergamín,
participó en el grupo de los
"constitucionalistas" y fue derivando
hacia posturas cada vez más críticas hacia la
monarquía. Finalmente, con la retirada de Primo
de Rivera, y la existencia de un clima de
tolerancia, reaparecerá la conflictividad
social e irrumpirán con una gran fuerza las
organizaciones sindicales y políticas obreras.
La monarquía trató de volver a la normalidad
mediante los gobiernos Berenguer -con el
malagueño Estrada de ministro de Gracia y
Justicia- y Aznar. La fuerza de la oposición
republicana y de una parte de los propios
políticos monárquicos impidió esa salida. Las
elecciones municipales del 12 de Abril se
convirtieron, así, en un plebiscito entre
Monarquía o República.
La II
República y la Guerra Civil
La
proclamación de la República supuso una nueva
configuración del panorama político en
Málaga. El Ayuntamiento de la ciudad pasó a
estar regido por una mayoría de concejales de
la Alianza Republicana y del Partido Radical
Socialista, a los que se unían cuatro
socialistas, dos federales, un comunista, un
independiente y un miembro de la Derecha Liberal
Republicana. Como ha escrito García Sánchez,
los plenos municipales estuvieron fuertemente
politizados desde un principio. Así, la
presentación de una moción por el comunista
Andrés Rodríguez sobre el problema clerical el
6 de Mayo, apoyada por toda la izquierda,
originó el abandono del Ayuntamiento por la
minoría monárquica como protesta.
La cuestión
religiosa sería decisiva en Málaga con los
sucesos de Mayo de 1931 como ya se ha visto.
Hasta 1935 no se incorporaría de nuevo a la
diócesis su titular, Balbino Santos Olivera,
tras la salida de Málaga de Manuel González
García. Pero las medidas anticlericales
-expulsión de los jesuitas, retirada de
símbolos religiosos, etc.- se convirtieron en
un arma arrojadiza que pronto mostraría su
eficacia política a las derechas, especialmente
la Acción Popular de José María Gil Robles,
germen de la C.E.D.A.
En la izquierda
del espectro político malagueño, el PCE
compartía con los anarquistas el sector más
extremista mientras que el PSOE mantuvo una
política de cooperación con los republicanos
en este primer bienio. Entre los republicanos,
los radicales socialistas representaban el ala
izquierdista, mientras que el Partido Radical
trataba de situarse en el centro político. En
la derecha, fracasados los partidos
monárquicos, el partido de Gil Robles
galvanizó a los sectores conservadores
malagueños a finales de 1931 en torno a los
ideales antisocialistas y católicos, con el
apoyo de "La Unión Mercantil",
mientras que el Partido Agrario atraía a un
sector de los propietarios y a intelectuales
como José María Hinojosa. En la extrema
derecha, la Falange, nacida en 1934, reunió a
un sector obrerista así como a miembros de la
burguesía malagueña.
Pese a la
conflictividad política y social, lo cierto es
que la representación política de Málaga en
las sucesivas elecciones generales tuvo un tono
relativamente moderado. En las de junio de 1931,
la Conjunción Republicano-Socialista mostró su
gran fortaleza, con la elección de 11 de los 12
diputados entre sus filas, entre los que se
encontraban los principales protagonistas de la
política malagueña del momento: los
republicanos Pedro Gómez Chaix, Pedro Armasa
Briales, Enrique Ramos Ramos y Emilio Baeza
Medina, y los socialistas Antonio Fernández
Bolaños y José Molina Moreno. Quedaron fuera
los candidatos revolucionarios, como Bolívar o
el capitán Piaya.
Algunos
políticos malagueños alcanzaron relevancia a
nivel nacional, como Pedro Armasa Briales, Baeza
Medina y Enrique Ramos, por sus intervenciones
parlamentarias. Este último, además, fue
subsecretario de la Presidencia, ministro de
Hacienda y de Trabajo y hombre del círculo
íntimo de Manuel Azaña. Pedro Armasa
Ochandorena ocupó la presidencia del Consejo de
Estado, Pedro Gómez Chaix la del Tribunal de
Cuentas y Armasa Briales y Baeza Medina la
subsecretaría de Instrucción Publica y Bellas
Artes. Los altos cargos republicanos acudieron a
la provincia: la malagueña Victoria Kent en
1931 para visitar la cárcel, Prieto en 1932
para visitar el Pantano del Chorro, Marcelino
Domingo en 1933 para impulsar la Reforma
Agraria, y el presidente Azaña en el mismo
año, en abril, sorprendido -escribe en sus
diarios- por una lluvia casi constante y por la
espléndida vega de Antequera que "estaba
lucidísima".
La
fragmentación del bloque republicano
socialista, la impaciencia ante la lentitud de
las reformas republicanas, los efectos de la
crisis económica mundial, y la fuerte
conflictividad, unida a los efectos de la
represión en Casas Viejas, contribuyeron al
cambio de coyuntura política apreciable en los
resultados de las elecciones de 1933. En ellas,
el electorado malagueño -en el que figuraban
por vez primera las mujeres- se inclinó por el
centro derecha (5 radicales, un agrario y uno de
Acción Popular, antes Acción Nacional,
mientras que el Frente Unico Antifascista
(precedente del Frente Popular del 36), obtenía
5 diputados (3 socialistas, un radicalsocialista
y el primer diputado comunista de España, el
médico Cayetano Bolívar). Un año antes,
sectores conservadores habían colaborado sin
éxito en el golpe militar de Sanjurjo, siendo
deportados a Villa Cisneros, en el Sáhara, el
canónigo Andrés Coll y el marqués de
Crópani.
La llegada al
poder de Lerroux, y su colaboración con la CEDA
de Gil Robles, partido sin convicción
republicana, unida al parón en las reformas
iniciadas, dividieron al republicanismo e
inclinaron al PSOE a las tesis revolucionarias.
Las izquierdas malagueñas participaron sin
éxito en la revolución de octubre de 1934,
cuyos sucesos más destacados se produjeron en
la capital y en Teba. La crisis política llegó
al Ayuntamiento de la ciudad en junio de 1935,
enfrentando a radicales y cedistas, y llevando
más tarde a la alcaldía al escritor Salvador
González Anaya.
El bienio de
derechas favoreció la convergencia de todas las
fuerzas republicanas y obreras -a excepción del
Partido Radical- en el Frente Popular para
concurrir a las elecciones de febrero de 1936.
Durante la campaña electoral, se apreció la
radicalización política de los mensajes y la
división del espectro político en dos sectores
que presagiaban el enfrentamiento posterior. Los
resultados -4 diputados del PSOE, 3 de Izquierda
Republicana, 2 de Unión Republicana y 1 del
Partido Comunista, frente a 1 Progresista y 1 de
la CEDA-, no dejan lugar a dudas de la gran
victoria del Frente Popular en Málaga, en la
que debió influir la menor actitud
abstencionista de la CNT respecto a 1933.
Desde entonces
y hasta el 18 de Julio, la vida política en
Málaga discurrió por la vía de la
inestabilidad creciente, la proliferación de
enfrentamientos violentos entre los grupos
radicalizados de la derecha y la izquierda, y la
conspiración en marcha de los militares y
civiles implicados.
Prisioneros en el campo de
concentración de La Aurora
|
Guerra y
política
Tras la
sublevación militar, en Málaga se produjo una
reacción inmediata de las organizaciones
republicanas y obreras que desbordó el aparato
institucional y político del Estado
iniciándose una etapa revolucionaria. El
Gobierno Civil tuvo que compartir el control de
la provincia con el nuevo poder de hecho del
Comité de Enlace, y sus distintas secciones
(Salud Pública, Sanidad, Subsistencias,
Transportes, Guerra, etc.). La política, la
guerra y la revolución se mezclaron en Málaga
hasta la entrada de las tropas nacionales el 8
de Febrero de 1937. Ello explica el descontrol
de las autoridades sobre las patrullas que
comenzaron a ejercer una durísima represión
sobre las personas de derechas -entre ellas gran
número de sacerdotes- y algunos republicanos
ajenos al Frente Popular. El gobierno de Largo
Caballero trató de restaurar el marco legal
republicano, desactivar la revolución y
restablecer la disciplina militar, lo que le
valió la oposición de los anarquistas.
La política
durante el franquismo
La toma de la
ciudad llevó aparejada el inicio de la
construcción del Nuevo Estado franquista, con
la formación de Gestoras en las Instituciones
locales y el reforzamiento del poder político
del Gobierno Civil, todo ello en medio de un
clima dominado por la represión -no exenta de
arbitrariedad y venganza- contra los
republicanos y las izquierdas, y por la Guerra
que continuaba en España.
Los estudios de
Encarnación Barranquero, Matilde Eiroa, Pilar
Ortuño y Concepción Fernández han empezado a
desvelar la aun poco conocida historia de la
época de Franco en Málaga.
La política en
los años 40: la "Málaga Azul"
Pese a la
simbología y la retórica falangista del nuevo
orden establecido en Málaga, especialmente
intensas en los años anteriores al fin de la II
Guerra Mundial, el franquismo fue relegando a la
Falange a un segundo plano, como un útil
instrumento para encuadrar y movilizar a la
población en su favor. El decreto de
Unificación (1937), las depuraciones y la
entrada de miembros de las clases altas
tradicionales de Málaga dejaron al Partido
Único sin el halo revolucionario de su etapa
fundacional, aunque siguiese influyendo en
aspectos importantes como la propaganda y los
medios de comunicación, la política juvenil y
de la mujer, el sindicalismo o los deportes. El
verdadero poder, sin embargo, residía en
Franco, y en sus delegados en la provincia, los
todopoderosos gobernadores civiles. Elías de
Mateo ha demostrado, al estudiar el
reclutamiento del personal político municipal
de la provincia en 1941, que se utilizó un
método de clientelas fieles y que, pese a ser
casi todos militantes de la Falange, la mayoría
procedían de los partidos de derechas y extrema
derecha de la República. Ello constata la
debilidad de la Falange en Málaga y la
designación de los efectivos del Movimiento
desde arriba, desnaturalizando sus orígenes.
En cambio, la
Iglesia, estrechamente unida a Franco durante la
Guerra -bendecida como Cruzada- supo restaurar
su influencia religiosa, ideológica, social y
política gracias al lugar preeminente que el
franquismo le concedió. Hasta la llegada del
Concilio Vaticano II en los años 60, la Iglesia
malagueña, que se aplicó a la tarea de
reconstruir la diócesis moral y materialmente,
fue una institución imbricada estrechamente con
la Dictadura. Quizá el ejemplo de Herrera Oria,
obispo desde 1947 hasta 1967, sea uno de los
más paradigmáticos en este sentido, por su
trayectoria anterior y por su influencia
política en el régimen, constituyéndose en un
verdadero contrapoder de su máximo
representante en la provincia, el gobernador
civil.
Un estrecho
control sobre la moral tanto pública como
privada y, asimismo sobre la educación,
preservaba la unidad religiosa y una fuerte,
eficaz y constante represión, policial y de la
Guardia Civil, desarticuló a las fuerzas
republicanas y obreras, asegurando así el
régimen y convirtiéndose en una de sus
características definitorias hasta su
desaparición en 1975. Matilde Eiroa ha
señalado el carácter arbitrario e implacable
de la justicia en los primeros años 40, con 787
expedientados, 8.523 encarcelamientos, 1.512
mujeres presas, campos de concentración, 710
ejecutados entre 1939 y 1942 , y sentencias
aplazadas hasta 1948. Muchas de las penas, sin
embargo, serían rebajadas progresivamente.
Ni el estricto
control político e ideológico, ni el
intervencionismo económico, pudieron impedir el
fracaso del régimen en la solución a los
grandes problemas de la reconstrucción de
Málaga tras la Guerra Civil. La imagen de
núcleos de cuevas y chabolas como refugio de
los más pobres apenas pudo paliarse con la
iniciativa oficial. Desde la misma prensa
oficial, que a veces le censuraba, el
historiador y archivero Francisco Bejarano
Robles dejó constancia de la miseria, la
corrupción y la carestía que traían consigo
"la depauperación y aniquilamiento
paulatino de las clases medias y
jornaleras" y el enriquecimiento y el lujo
de los "enterados, estraperlistas y
logreros". Los informes secretos del
Gobierno Civil en esos años confirman el cuadro
dibujado por el articulista de "La
Tarde": la policía comunicaba al
gobernador civil en 1946 la convicción de los
malagueños de que eran las clases altas y las
propias autoridades, o sus agentes, los que se
estaban enriqueciendo con el contrabando
disfrutando de una total impunidad para hacerlo
.
A su vuelta a
España, en 1950, Gerald Brenan coincidió con
Bejarano en la descripción de la postración de
Málaga. El enriquecimiento de algunos
dirigentes falangistas por la corrupción y el
estraperlo favoreció el control por Franco de
la oposición interna, y redujo a la retórica
su espíritu revolucionario de la República.
Para Brenan, en 1950 y salvo honrosas
excepciones, la Falange había desembocado en el
cinismo.
En aquellas
circunstancias, la oposición al franquismo se
desenvolvía en condiciones precarias como
demuestra el testimonio del dirigente socialista
Francisco Román. Durante la posguerra se
organizaba en las cárceles y campos de
concentración, y, más adelante, sus
actividades chocaban una y otra vez con las
"caídas" y desarticulación de la
policía. Como ya se ha visto, la guerrilla
cobró gran fuerza en algunos momentos en la
Serranía de Ronda y en la Axarquía, pero
terminó desarticulada a principios de la
década de los 50. Para el matrimonio Washbrook,
unos amigos franquistas de Brenan, sin embargo,
Málaga seguía siendo "comunista", lo
que coincide con el papel principal jugado por
el PCE en la oposición clandestina a Franco.
La inflexión
de los 50
Hasta finales
de la década de los 50 no pudieron recuperarse
los niveles económicos alcanzados en Málaga
durante la República. El intervencionismo
económico, nunca abandonado, fue relajándose
progresivamente, y la buena coyuntura
internacional se dejó sentir en el país. El
franquismo comenzó a propagar su eficacia en
las realizaciones como el mejor argumento
político contra la falta de democracia, y el
reconocimiento internacional del régimen
obligó a cuidar más su imagen suavizando la
estética fascista -reservada a las
conmemoraciones- o introduciendo sistemas
pseudodemocráticos de participación -los
referendums y el tercio familiar-. Las
publicaciones del Gobierno Civil, como Al
servicio de Málaga (1951), o Veinte años de
paz en el Movimiento Nacional bajo el mando del
Caudillo (1959) mostraban la cara más amable
del régimen en estos años: la política de
viviendas, carreteras, riegos y abastecimiento
de aguas, sanidad, asistencia social,
construcción de escuelas, contrapunto de los
testimonios de Brenan, Bejarano o los peculiares
"sondeos" de opinión de la policía.
La orientación
tecnocrática se dejaba sentir en el papel
central de organismos como la Comisión de
Servicios Técnicos del Gobierno Civil, creada
en 1958 y que luego coordinaría los Planes de
Desarrollo, o la Confederación Hidrográfica
del Sur, en 1960, a los que se añadían los
servicios técnicos de la Diputación
Provincial. La distribución de las obras por la
provincia se convertía en un instrumento
político de primer orden que reforzaba el
control de las alcaldías por el Jefe
Provincial. Era él quien inauguraba las obras,
salvo las más emblemáticas, que lo fueron en
las visitas de Franco, especialmente en las de
1956 y 1961.El Caudillo no se prodigó en sus
visitas oficiales a Málaga, aunque si
acompañaría a su mujer, Carmen Polo, que
asistió en numerosas ocasiones a las
procesiones de Semana Santa.
El despegue de
la provincia se produjo en la década de los 60,
con su secuela de cambios sociales, así como
los inicios de una actividad crítica y de
oposición sindical y obrera. Pese al
triunfalismo de la campaña de los 25 Años de
Paz en 1964, el Gobernador Castilla Pérez
reconocía ante la recientísima Facultad de
Económicas las deficiencias de las carreteras
malagueñas, el déficit en viviendas, el
impacto de la emigración interior y exterior,
el desequilibrio del desarrollo de la provincia,
o su ubicación en los últimos puestos de los
ingresos por habitante del conjunto de España
(Málaga y su actual desarrollo económico,
1966).
La oposición a
Franco en Málaga comenzó a arraigar durante
los años 60 en el ámbito sindical, estudiantil
y docente, en el mundo intelectual y, algo que
sería especialmente doloroso para el
franquismo, en la Iglesia. Según el testimonio
de José Antonio Ruiz Muñoz, el nacimiento de
uno de sus principales protagonistas, las
Comisiones Obreras, tuvo lugar en 1962 en una
reunión de unos 80 jóvenes pertenecientes al
FELIPE, a las Juventudes Obreras Católicas y al
Partido Comunista celebrada en un local del
Obispado. En 1966, obtenían un resonante éxito
en las elecciones sindicales. La labor política
y sindical avanzó a saltos, con periódicas
desarticulaciones de la policía y Guardia Civil
que hicieron muy dura la vida de los militantes
obreros según el testimonio de Manuel Ruiz
Benítez. La colaboración de algunos curas,
asistentes sociales y abogados laboralistas,
contribuyó al mantenimiento de la lucha obrera,
que se consolidaría desde 1972 hasta la muerte
de Franco.
La crisis en la
Iglesia fue quizá lo más espectacular del
tardofranquismo, por lo que supuso de
descrédito moral para el régimen. Las
discrepancias de José María González Ruiz con
Herrera Oria en Málaga, ya en los años 50,
coincidían con otros movimientos de
aproximación eclesial a la clase obrera como
los de la HOAC y los JOC. En la intimidad de su
diario, con la precisión que le caracteriza, el
joven profesor del Seminario escribía en 1960:
"están siempre dispuestos a cogerse del
brazo del César, sobre todo cuando el César se
santigua y se rocía con agua bendita"
(Memorias de un cura, 1997).
Finalmente,
la creación de la Facultad de Económicas
aportó un nuevo elemento -los estudiantes y
profesores- a la crítica antifranquista, y un
espacio donde podía disfrutarse de un mayor
clima de libertad de expresión y de
organización política.
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